La confianza de los jugadores en el fútbol base marca una diferencia abismal en el rendimiento individual y colectivo. No importa cuánto talento tenga un niño o cuántos ejercicios domine. Si no cree en sí mismo, no va a rendir como puede. Y ahí es donde entramos nosotros como entrenadores.
Con los años he visto situaciones repetirse una y otra vez. Jugadores que técnicamente van sobrados, pero que en el campo se esconden. No piden el balón, dudan en los duelos, no se atreven a encarar. ¿El problema? No es el pase ni el disparo. Es la confianza.
La confianza no se entrena con balón, pero sí se entrena
El primer error que cometemos los entrenadores es asumir que la confianza es algo con lo que se nace. Y no es así. La confianza se construye. Se entrena. Y lo hacemos, sobre todo, desde el entorno que generamos. Un entorno que puede ser gasolina o freno.
El primer paso es fomentar un grupo cohesionado. Cuando un jugador siente que es parte del equipo, que se le respeta y se le valora, empieza a soltarse. No necesita ser el mejor. Necesita saber que suma. Que su presencia tiene sentido. Eso solo se consigue si como entrenadores miramos más allá del resultado y damos espacio a todos, no solo a los “titulares de siempre”.
Cuidado con cómo corregimos: el lenguaje es clave
El siguiente paso es cómo damos feedback. Un entrenador puede tener razón en lo que dice… pero si lo dice mal, rompe. Una corrección mal hecha puede marcar a un niño durante meses. Por eso es vital equilibrar el error con el refuerzo positivo. Que el jugador entienda que lo estamos corrigiendo porque creemos en él, no porque dudamos de su capacidad.
Y esto no va de regalar elogios, va de señalar lo que hacen bien para que puedan repetirlo. Un simple “me ha gustado cómo has bajado a defender en esa jugada” puede tener más impacto que mil gritos sobre lo que hizo mal.
El miedo a equivocarse bloquea la evolución
Otro punto clave en la construcción de la confianza en el fútbol base es permitir el error. Si el jugador siente que cada fallo es un drama, dejará de intentar. Y si deja de intentar, deja de aprender.
Tenemos que generar un entorno donde los errores no se escondan, sino que se entiendan como parte natural del aprendizaje. Porque es ahí donde realmente crecen. No en los partidos fáciles. No cuando todo sale bien. Crecen cuando fallan y alguien les dice: “tranquilo, vuelve a intentarlo”.
¿Confías en todos tus jugadores o solo en los que rinden?
Y aquí viene la parte más incómoda: ¿confiamos nosotros en todos por igual? Porque si solo damos oportunidades a los que ya lo hacen bien, estamos enviando un mensaje claro a los demás: “no cuento contigo”. Y ese mensaje pesa.
El jugador necesita sentir que tú crees en él, incluso antes de que él mismo lo haga. Esa es nuestra tarea. No solo enseñar fútbol, sino sostener emocionalmente a los chicos hasta que puedan sostenerse por sí solos.
Conclusión: construir confianza cambia vidas
Trabajar la confianza en el fútbol base no es una tarea menor. Es, probablemente, una de las más importantes que tenemos como entrenadores. Porque un niño que cree en sí mismo se atreve, arriesga, mejora. Y cuando eso pasa, todo cambia. El fútbol, la vida, su mirada.
Así que sí, dale importancia. No solo al sistema táctico ni al ejercicio de posesión. Trabaja también ese espacio invisible donde crece la confianza. Porque ahí es donde se ganan los partidos más importantes.