Entrenar a un equipo de alevines es una de las experiencias más gratificantes y exigentes del fútbol base. Estamos hablando de niños entre 10 y 11 años, en una etapa clave del desarrollo donde su cerebro, su cuerpo y sus emociones están en pleno proceso de maduración. Y justo ahí es donde muchos entrenadores cometen errores que pueden marcar —para bien o para mal— la relación del niño con el deporte.
1. Centrarse demasiado en el resultado
A esta edad, los niños están en una fase de desarrollo conocida como pensamiento operacional concreto (Piaget, 1964). Eso significa que comienzan a comprender reglas, relaciones causa-efecto y secuencias lógicas, pero aún no están listos para asumir la presión de ganar a toda costa.
En lugar de focalizarse en el marcador, el entrenador debería centrarse en la mejora de hábitos técnicos, el pensamiento colectivo y la autonomía dentro del juego. De lo contrario, se corre el riesgo de generar ansiedad, frustración y una visión distorsionada del deporte.
2. Exigir como si fueran adultos
Uno de los errores más comunes es utilizar un lenguaje técnico complejo o establecer expectativas desproporcionadas. La neurociencia nos recuerda que el córtex prefrontal —encargado de la autorregulación, la planificación y el control emocional— aún está en desarrollo. Pedirles que «piensen como profesionales» es, sencillamente, inadecuado.
La clave está en adaptar el mensaje a su edad y crear un entorno donde el error esté permitido. Según Carol Dweck (2015), una mentalidad de crecimiento se construye cuando el entorno permite equivocarse sin miedo al juicio.
3. Ignorar la dimensión emocional
Los alevines empiezan a desarrollar su autoestima deportiva. Es decir, comienzan a preguntarse si son buenos, si valen para esto, si el entrenador les quiere o no. Si no cuidamos la dimensión emocional, pueden desconectarse incluso teniendo talento.
Un mal gesto, una corrección en mal tono o una injusticia percibida puede tener más impacto del que imaginamos. Por eso, la inteligencia emocional del entrenador es una herramienta fundamental. Daniel Goleman (1995) demostró que el desarrollo emocional influye directamente en el rendimiento a medio y largo plazo.
4. Querer corregirlo todo en cada acción
Otro error típico es la hiperintervención. Muchos entrenadores comentan cada pase, cada control, cada decisión. Esto genera dependencia y elimina la posibilidad de que el jugador aprenda desde su propia experiencia.
Desde la teoría del aprendizaje autorregulado (Zimmerman, 2000), sabemos que el aprendizaje es más eficaz cuando el jugador puede observar, reflexionar, ajustar y volver a probar. Tu rol como entrenador no es controlar cada acción, sino crear situaciones que enseñen por sí solas.
5. No planificar en función del desarrollo
Hay entrenadores que repiten ejercicios sin entender qué capacidades están trabajando, o que saltan de un contenido a otro sin conexión. El cerebro del niño aprende por repetición y asociación: lo que no se practica, no se consolida. Y lo que no tiene sentido para el niño, no se retiene.
Una buena planificación debe tener en cuenta los contenidos adecuados a la edad, los objetivos formativos del mes y el tipo de progresión pedagógica más útil para ese grupo.
Conclusión
Entrenar a alevines exige mucho más que saber de táctica o proponer ejercicios atractivos. Requiere conocimiento del desarrollo infantil, sensibilidad emocional y una base pedagógica sólida.
Evitar estos errores no solo mejora el rendimiento del equipo, sino que garantiza que los niños vivan una experiencia deportiva sana, enriquecedora y duradera.
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