Uno de los momentos más complejos para cualquier entrenador llega cuando se sienta delante del portátil o la libreta en blanco con una idea clara: “Quiero preparar una buena sesión”. Pero al enfrentarse al reto de diseñar ejercicios que funcionen, que encajen con su equipo y que tengan sentido pedagógico… aparece el bloqueo.
Porque no basta con buscar un vídeo en redes sociales y copiarlo. Diseñar ejercicios en fútbol base es mucho más que eso: implica comprender qué quieres provocar, para quién lo estás preparando y cómo se relaciona con el modelo de juego y el momento de la temporada.
Hoy quiero ayudarte a pensar mejor tus ejercicios. Desde la intención, no desde la inercia. Para que cada sesión deje huella.
1. Empieza por el objetivo, no por la tarea
Esto puede parecer obvio, pero muchos entrenadores caen en el error de decir:
“Voy a hacer un rondo porque toca posesión”
Sin tener claro qué quieren trabajar con ese rondo.
Antes de pensar en el formato del ejercicio, pregúntate:
- ¿Qué aspecto quiero desarrollar hoy?
- ¿A qué situación de juego responde?
- ¿Qué limitaciones o estímulos lo pueden reforzar?
Un buen ejercicio nace de una buena intención
2. Ajusta el diseño al nivel y etapa del equipo
Un error común es usar ejercicios que no se adaptan al nivel de los jugadores o a su etapa evolutiva.
Por ejemplo:
- En benjamines, meter ejercicios con muchas decisiones puede generar frustración.
- En juveniles, proponer tareas sin oposición ni contexto puede parecer aburrido o sin sentido.
Diseñar bien es empatizar con tu grupo. No se trata de hacer lo que “queda bien”, sino lo que tu equipo necesita para avanzar.
3. Piensa en lo que ocurre “dentro” del ejercicio
Un ejercicio no se define solo por su forma, sino por lo que provoca:
- ¿Hay toma de decisiones?
- ¿Se repiten los comportamientos que quiero desarrollar?
- ¿Hay un ritmo que exige atención y compromiso?
- ¿La tarea conecta emocionalmente con el jugador?
Un ejercicio sin alma se convierte en un trámite. Uno bien diseñado se convierte en una experiencia de aprendizaje.
4. Usa variantes para ajustar sin perder la esencia
A veces, un ejercicio no “funciona” como esperabas. No pasa nada. En vez de descartarlo, hazte esta pregunta:
“¿Qué puedo modificar para que mantenga su esencia pero funcione mejor?”
Algunas palancas que puedes tocar:
- Espacio: más grande o más reducido.
- Nº de jugadores: parejas, tríos, superioridades…
- Normas: limitaciones de toques, zonas de acción, comodines…
- Puntuación: puntos por lograr ciertos objetivos que alineen el comportamiento.
Modificar no es improvisar, es refinar.
5. Evalúa el ejercicio desde dentro
Después de cada sesión, no te limites a pensar “salió bien” o “salió mal”. Pregúntate:
- ¿Se trabajó lo que buscaba?
- ¿Estuvieron conectados los jugadores?
- ¿Hubo progresión en el comportamiento?
- ¿Qué feedback me dieron (verbal o no verbal)?
Cuanto más feedback interno recojas, más inteligente será tu proceso de diseño futuro.
6. La conexión con tu modelo de juego es lo que lo une todo
Tus ejercicios no son piezas sueltas. Son bloques que construyen la identidad de tu equipo.
Por eso, cada ejercicio debe:
- Reforzar los principios que estás enseñando.
- Repetir patrones que quieres ver en partido.
- Facilitar la transferencia entre lo que se entrena y lo que se compite.
No entrenas ejercicios. Entrenas comportamientos.
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