Uno de los aspectos más determinantes en el desarrollo de un jugador de fútbol base no es cuánto corre, ni cuántas bicicletas hace, sino cómo toma decisiones en el juego. Saber cuándo pasar, cuándo conducir, a quién presionar o cómo posicionarse, es lo que convierte a un niño que juega en un jugador que entiende.
Y, sin embargo, la toma de decisiones sigue siendo una de las habilidades menos entrenadas de forma consciente en las escuelas de fútbol. ¿Por qué ocurre esto?
1. El error de entrenar solo la ejecución
En muchos entrenamientos, el foco está en la técnica aislada: el pase, el control, el disparo… pero ¿de qué sirve un pase perfecto si el jugador no sabe cuándo usarlo? ¿O si lo ejecuta hacia un compañero mal posicionado?
Según la teoría ecológica del aprendizaje motor (Gibson, 1979), el jugador aprende no solo ejecutando, sino percibiendo y decidiendo en contextos reales. Es decir, el entorno debe ofrecer estímulos ricos y variados para que el jugador aprenda a interpretar y a tomar decisiones.
2. Entender cómo aprende el cerebro
Desde la neurociencia, sabemos que el cerebro no aprende en compartimentos estancos. El aprendizaje es más duradero cuando está vinculado a la emoción, al contexto y a la necesidad de resolver un problema.
La memoria procedimental (responsable de las acciones automáticas como conducir un balón o interceptar un pase) se activa más eficazmente cuando el entrenamiento se parece al juego. Por eso, cuanto más realista es el ejercicio, más útil será el aprendizaje.
3. Crear tareas con incertidumbre
Un ejercicio con conos y sin oposición puede servir para introducir un gesto técnico, pero no enseña a tomar decisiones. Para desarrollar esta capacidad, necesitamos tareas donde el jugador tenga que:
- leer al rival,
- entender el espacio,
- valorar varias opciones,
- y actuar en consecuencia.
Esto se logra con situaciones de juego reducido, posesiones condicionadas, juegos con roles cambiantes… en definitiva, actividades que obliguen al niño a pensar, no solo a ejecutar.
4. El valor del silencio del entrenador
Uno de los grandes errores pedagógicos es dar la solución antes de tiempo. Si cada vez que un jugador duda, el entrenador grita lo que tiene que hacer, no estamos entrenando la toma de decisiones, estamos sustituyéndola.
El verdadero entrenador guía, observa y genera preguntas. Desde la pedagogía constructivista (Bruner, 1960), se sabe que el aprendizaje significativo ocurre cuando el jugador construye su conocimiento a través de la exploración guiada.
5. Evaluar las decisiones, no solo el resultado
Un pase puede no llegar a su destino, pero ser una buena decisión. O un disparo puede entrar por suerte, aunque no sea la mejor opción. Enseñar a decidir implica también dar feedback sobre el proceso, no solo sobre el acierto final.
Esto cambia por completo el lenguaje del entrenador: en vez de corregir solo lo que ha salido mal, se pasa a reconocer las buenas decisiones, incluso cuando el resultado no fue el esperado. Así se entrena la mente tanto como los pies.
Conclusión
La toma de decisiones no es un talento innato, es una habilidad que se puede entrenar. Requiere conocimiento pedagógico, comprensión del desarrollo cerebral y, sobre todo, la humildad del entrenador para no ser el protagonista.
Si formamos jugadores que piensan, seremos entrenadores que educan. Y eso deja una huella mucho más profunda que cualquier resultado.
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