La cara oculta del trabajo del entrenador
Ser entrenador de fútbol no es solo planificar tareas, dirigir partidos o corregir errores tácticos.
Es también aprender a gestionar emociones, expectativas… y sobre todo, compromisos.
Y no me refiero solo al compromiso de los jugadores.
Hablo también del compromiso de las familias,
un factor silencioso que muchas veces marca el rumbo de toda una temporada.
Lo que aprendí tras un torneo… no fue sobre fútbol
Recuerdo una situación que me marcó. Mayo. Calor, torneo, ilusión.
Al volver, algunos niños dejaron de asistir a los entrenamientos. Mi primera reacción fue lógica: hablar con los padres, explicarles que, aunque el torneo ya había pasado, el compromiso con el equipo seguía.
El proyecto no se detiene en una fecha y si lo hace es el entrenador el que la marca.
La formación no se pone en pausa. Pero lo que recibí como respuesta me dejó perplejo.
Y ahí entendí algo importante…
Se trataba de algo más profundo: una visión diferente del compromiso.
Para mí, ser parte de un equipo implica responsabilidad. Implica constancia. Implica entender que no es un servicio que se consume, sino un proyecto que se construye.
Enseñar también es educar fuera del campo
Me di cuenta de que como entrenador, también tengo que formar a las familias.
En valores. En cultura de equipo. En el respeto hacia el proceso. Con firmeza y claridad.
Y aprendí que, si uno lo comunica desde la verdad y la calma, puede mantenerse firme sin generar conflicto.
Un mensaje para ti, entrenador
Si estás pasando por algo parecido, recuerda esto:
El compromiso no es solo estar presente. Es valorar lo que cuesta formar personas a través del deporte.
Y esa educación no solo va dirigida al niño. También a su entorno.
Por eso, sé claro. Sé firme. Sé paciente. Pero no calles lo que es justo.
Porque en la medida en que todos entendamos qué implica formar parte de un equipo,
el fútbol base dejará de ser solo una actividad… y empezará a ser una escuela de vida.