Como entrenadores, una de las preguntas más comunes que nos hacemos o nos hacen es: «¿Cómo puedo ser mejor entrenador?». Muchas veces nuestra respuesta inicial se centra en aspectos técnicos y metodológicos: saber más sobre sistemas de juego, diseñar ejercicios efectivos, mejorar nuestras habilidades de comunicación o desarrollar empatía con los jugadores. Pero, si todos seguimos ese camino, terminamos convirtiéndonos en versiones similares de lo mismo, replicando patrones que hemos aprendido de quienes nos entrenaron a lo largo de nuestra vida.
Sin embargo, ser un buen entrenador trasciende la técnica. Existe un factor fundamental que a menudo olvidamos: el ejemplo que damos a nuestros jugadores.
Los jugadores aprenden observando
Al igual que nosotros absorbemos comportamientos y métodos de otros entrenadores, nuestros jugadores hacen lo mismo con nosotros. Cada acción que tomamos, cada palabra que decimos y cómo las decimos, son constantemente evaluadas y copiadas por los jugadores. Esto convierte al ejemplo en la herramienta pedagógica más poderosa de un entrenador.
Si queremos que nuestros jugadores sean intensos, ¿somos nosotros mismos intensos en nuestro trabajo? Si les exigimos concentración y compromiso, ¿somos un modelo de esas cualidades en nuestro día a día? Pedirles que tengan confianza en situaciones de presión es inútil si nosotros mismos no demostramos esa confianza frente a ellos.
La coherencia entre lo que pedimos y lo que hacemos
Es fácil señalar que un equipo carece de intensidad, concentración o calma en momentos clave. Pero debemos preguntarnos:
¿Soy tranquilo y seguro en los momentos de presión?
¿Demuestro intensidad al preparar entrenamientos o al hablar con el equipo?
¿Muestro una actitud que inspire a mis jugadores a replicarla?
La verdad es que no podemos esperar que nuestros jugadores desarrollen habilidades o comportamientos que nosotros mismos no mostramos de forma constante. La incoherencia entre lo que pedimos y lo que hacemos no solo disminuye nuestra credibilidad, sino que también genera inseguridad en el grupo.
Confianza: La clave de la inspiración
El ejemplo no solo enseña; inspira. Y la inspiración viene de la confianza que transmitimos como entrenadores. Esa confianza no se construye con palabras vacías, sino con acciones consistentes y una presencia que demuestre seguridad y liderazgo. Por eso, equipos con carencias técnicas o tácticas logran sorprender cuando tienen un líder seguro de sí mismo que convence al grupo de que pueden alcanzar sus metas.
Esa capacidad de transmitir confianza y seguridad puede convertirnos en un referente para los jugadores. Cuando un entrenador es coherente, intenso y seguro en su mensaje, los jugadores no solo lo escuchan, sino que lo adoptan como un modelo a seguir.
Reflexión final
Ser mejor entrenador no se trata solo de aprender más o acumular herramientas técnicas. Se trata de ser el ejemplo que tus jugadores necesitan. ¿Somos el modelo que queremos que nuestros jugadores sigan? Si la respuesta es no, entonces es momento de trabajar en nuestra propia actitud, compromiso y confianza, porque al final, lo que más enseña y lo que más inspira es el ejemplo que damos cada día en el campo y fuera de él.
Invito a todos los entrenadores a reflexionar sobre su propio liderazgo. ¿Qué mensaje están transmitiendo con sus acciones? ¿Qué ven sus jugadores cuando los miran? Al final del día, el impacto más grande que podemos tener como entrenadores no está en las palabras que decimos, sino en cómo vivimos lo que pedimos a los demás.
¿Y tú? ¿Eres el ejemplo que tus jugadores necesitan?