En el fútbol base, nos enfrentamos a retos constantes que afectan tanto a los jugadores como a los entrenadores. Hoy quiero abordar un tema polémico, pero necesario: ¿los jugadores están malcriados o los entrenadores somos demasiado sensibles? Este dilema refleja dinámicas complejas que debemos entender y gestionar.
Voy a dividir este análisis en tres aspectos clave: el ego, la falta de respeto a la autoridad y el desgaste emocional que todo esto genera.
El ego: una barrera silenciosa
El ego afecta tanto a entrenadores como a jugadores, pero en los futbolistas jóvenes se ve amplificado por factores como las redes sociales y el entorno.
El impacto de las redes sociales
Hoy, cualquier jugador puede ganar una audiencia considerable con unos pocos clics. Una publicación con fotos o frases de un partido puede generar miles de «likes», lo que eleva el ego de los jugadores, haciéndoles creer que tienen un nivel superior al real. Esto crea expectativas irreales, exigiendo más minutos o protagonismo al entrenador, sin considerar el esfuerzo necesario para ganarlo.
El entorno como potenciador
Muchos jugadores destacan en sus primeras etapas por cualidades físicas o técnicas precoces. Sin embargo, este «éxito temprano» es reforzado por el entorno: padres, entrenadores o incluso compañeros que los colocan en un pedestal. Esto distorsiona su percepción y dificulta su desarrollo.
El ego elevado bloquea la capacidad de los jugadores para aceptar críticas constructivas, entender su rol dentro del equipo y trabajar para mejorar.
La falta de respeto a la autoridad
La falta de respeto hacia el entrenador no siempre es explícita. Puede manifestarse en gestos, actitudes o acciones que socavan la dinámica del equipo.
Ejemplos comunes de falta de respeto
Cuestionar indicaciones: Algunos jugadores responden a las instrucciones con miradas desafiantes o gestos que muestran desdén.
Saltarse normas: Llegar tarde, incumplir reglas del vestuario o actuar de manera individualista son comportamientos frecuentes en jugadores con un nivel técnico elevado, pero con una actitud tóxica.
Impacto en la dinámica del grupo
Estas actitudes no solo afectan la relación entre jugador y entrenador, sino que también contaminan al resto del equipo. Cuando un líder técnico no respeta las normas, el grupo tiende a seguir su ejemplo, erosionando el orden y la disciplina. Esto puede llevar al fracaso del proyecto deportivo e, incluso, al despido del entrenador.
El desgaste emocional: la soledad del entrenador
La combinación de egos inflados y faltas de respeto genera un desgaste emocional significativo en los entrenadores.
Altibajos constantes
Los entrenadores enfrentan un ciclo de altibajos: una victoria o un buen entrenamiento puede levantar el ánimo, pero una mala dinámica de grupo o la falta de apoyo puede llevarnos a cuestionar nuestra vocación. Este desgaste es real y no siempre es comprendido por quienes nos rodean.
La importancia de establecer normas claras
Para mitigar este desgaste, es fundamental implementar normas de funcionamiento claras, en lugar de sanciones punitivas. Las normas deben promover valores y conductas positivas, fomentando un entorno de respeto y compromiso.
Conclusión
El fútbol base es un terreno complejo donde el ego, la falta de respeto y el desgaste emocional están siempre presentes. Como entrenadores, debemos gestionar estas dinámicas con empatía, claridad y firmeza. Si logramos establecer normas reales y fomentar un entorno de respeto, podremos enfrentar estos desafíos de manera efectiva y garantizar el desarrollo de los jugadores, sin sacrificar nuestra salud emocional.